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Kris Won, 17 de Marzo del 2014

Lunes, 17 de Marzo del 2014

Estimados hermanos y hermanas que pobláis este mundo de Dios conocido como la Tierra:
Numerosas guerras han tenido lugar a lo largo de la Historia de la humanidad. Guerras sangrientas que han sellado las vidas de millones de hombres, dejando viudas y huérfanos en sus hogares.
A medida que ha avanzado el ser humano a través de los siglos hasta el presente, sus armas se han vuelto más mortíferas, más sofisticadas y más selectivas, pero su deseo de destrucción continúa siendo el mismo.
La tecnología del hombre ha ido evolucionando a pasos agigantados; no obstante, su sentido de la moralidad no ha crecido equitativamente.
En el pasado, otras culturas mucho más antiguas que la de ustedes, han cometido el mismo error; sin embargo, en esta ocasión es la Voluntad de Dios que sus ciudades no sean arrasadas por las aguas ni por el fuego, sino que sus naciones con sus poblaciones sean ayudadas, adiestradas si cabe, para que su destino no sea perecer bajo la furia de los elementos.
Nosotros, que les visitamos desde lugares a veces tan lejanos como dispares, estamos aquí entre ustedes para prestarles la ayuda que precisan en estos momentos tan delicados y tan especialmente peligrosos, dado el armamento tan mortífero con el que cuenta la humanidad actualmente.
Si bien siempre han contado con nuestra ayuda, tanto en superficie como desde nuestras naves madres o desde otras de menor envergadura, la ayuda que les prestamos en la actualidad es con diferencia mucho mayor que la que habían recibido en tiempos pretéritos.
Yo encabezo todas las legiones de civilizaciones visitantes, que son cinco principalmente, y otras más que también ayudan, pero con menos efectivos y que cumplen otras tareas de servicio al planeta de otra índole.
Las tareas que llevamos a cabo las cinco civilizaciones principales son, en su mayor parte, relacionadas con la protección y la salvaguarda de sobre todo la población más vulnerable, y que vive en situaciones más precarias que el resto de sus hermanos y hermanas.
Ayudamos en lo que podemos, pero bien es cierto que la ayuda debería provenir en su mayor parte de las organizaciones humanitarias y de las personas más poderosas económicamente de sus naciones.
En vez de eso, vemos con tristeza que las principales macroempresas que podrían compartir sus riquezas con la población más desfavorecida, viven enfrentadas unas a las otras para conseguir ser la entidad más poderosa en su campo, y están únicamente interesadas en ingresar cada vez más dinero a sus fortunas, sin tener nunca ningún límite a sus aspiraciones de ganar cada vez más dinero, haciendo oídos sordos y cerrando sus ojos frente al sufrimiento cada vez mayor de la población más vulnerable y que lucha por sobrevivir, sin ninguna esperanza ya en ser ayudada por los que manejan el poder, ya sea económico, político o social.
¡Ese es un proceder inaceptable, e impropio de alguien que se llame a sí mismo ‘ser humano’!
Nosotros estamos interviniendo, hoy más que nunca, para que todas las personas que han sido revestidas de poder sobre los demás, si no utilizan ese poder para ayudar a sus ciudadanos a mejorar su situación general, sean apartados de sus lugares de influencia y sean despojados de ellos, para ser sustituidos por otras personas que sí estén dispuestas a hacerlo.
Poco a poco lo iremos consiguiendo, con la ayuda del despertar de las masas, que han comenzado a movilizarse en contra de sus opresores y que claman libertad y justicia para sus respectivos pueblos.
No les quepa duda de que al final conseguiremos que haya justicia y equidad en sus comunidades; no les quepa la menor duda al respecto.
Hay un arma aún más poderosa que la que tienen los países con más armamento del planeta: el Amor. Aquellos de ustedes que tengan un corazón lleno de amor, están en verdad más protegidos que aquellos que dispongan del armamento defensivo más sofisticado del mundo.
Cultiven pues el amor en sus corazones, y defiendan luego sus derechos a ser tratados con justicia y equidad por los que regentan el poder en sus comunidades respectivas. Pero sean conscientes, hermanos y hermanas míos, de que todos son iguales ante Dios, y merecedores por tanto de llevar una vida digna y con sus necesidades básicas bien cubiertas y resguardadas.
En el Amor que nos une a todos bajo el Cielo,
Ashtar Sheran

Fuente: Ashtar Sheran
Canal: Kris~Won


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